“Es un placer leer los ensayos de Luis Loayza y, a la vez, es imposible no sentir, mientras uno goza con ellos, esa melancólica tristeza que nos inspiran las buenas cosas que se acaban, que el tiempo va dejando atrás”, escribió cierta vez el Nobel peruano Mario Vargas Llosa al referirse al recientemente fallecido Luis Loayza.

El “borgeano de Petit Thouars”, como también era conocido Loayza por su notable aproximación a la obra del escritor argentino, fue un narrador, traductor y ensayista de raro talento.

“Es una noticia que nos ha conmovido a todos. Es una verdadera pena para las letras peruanas. Ha sido uno de los grandes prosistas, grandes narradores (…), los escritores jóvenes deben mirar a Loayza para ver cómo se hace”, dijo en diálogo con El Informativo José Guich, catedrático y escritor peruano.

Envuelto en un halo enigmático, Loayza casi nunca brindaba entrevistas y en el mundo del jet-set literario su nombre no era tan sonado. Como un personaje borgiano, Loayza escribió muy poco, pero de lo poco que entregó a la imprenta sus lectores no dejaron de comentar su gran talento y prosa elegante.

“De sus libros publicados, que no eran fáciles de encontrar en librerías, Otras tardes (1985) es hermoso”, agregó Guich.

La casualidad o la literatura quiso que hace solo unos meses se reeditaran los relatos de Otras tardes (2017-Pretextos). Tal vez leyendo la obra de Loayza podamos comprobar que Vargas Llosa no llevaba razón, que el tiempo de las buenas cosas no se acaba porque queda estancado en obras como las de Loayza que, indistintamente, en cualquier lugar y hora, podemos revisar.

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